María (la gran madre Cabana)
Recuerdo cuando nació River, mi River; lo tengo nítido en la cabeza. Fue lo que se llama un «niño trampa». Se portaba bien, dormía casi del tirón por las noches, comía de todo y no nos la liaba demasiado, al menos no hasta que creció… Recuerdo cuando fuimos a la playa por primera vez con él. Tan solo tenía una semana de vida, pero quisimos que escuchara el sonido del mar. Que se empapara de él.
Dos años después llegó Marcos, mi Marc, y ahí es cuando entendimos lo de que River era un «niño trampa». Marcos no dormía del tirón por las noches, nada más lejos de la realidad; no comía de todo, nada más lejos de la realidad, y nos la liaba bastante. A diario. Hasta que se fue de casa a los treinta y cinco años. Creo que aquel día fue uno de los más difíciles que he vivido con él… Recuerdo cuando íbamos a la playa con ellos dos. Recuerdo a River con sus manguitos de color rojo y a Marcos, que se comía la arena a su lado.
Luego vino Hugo, mi Hugo, el mediano, tres años después. Hugo también fue bastante inquieto de pequeño, y digo «bastante» y no «muy» porque quizá mi percepción se alteró después de Marcos, no lo sé. Sí recuerdo que mi vida volvió a cambiar y que uno más uno más uno no son tres. Son diez. Me encontré con un bebé recién nacido; un niño del demonio, de tres años, y otro mayor, de cinco. Fue una locura… Recuerdo cuando íbamos a la playa con los tres. River ya había aprendido a nadar (pero no por ello dejaba de tener cinco años) y se me iba en una dirección; Marcos echaba a correr en dirección contraria con los manguitos de River, y yo me recorría la playa con Hugo en brazos en busca de uno de ellos mientras Francisco perseguía al otro. Sin embargo, nunca dejábamos de ir a la playa.
Y llegó Adrián, mi niño pequeño, dos años después. Supe que Adrián era diferente casi desde el principio. Lo intuí. O me lo decían sus ojos. A Adrián lo disfruté, y no tiene nada que ver con que fuera un niño tranquilo. Creo que me había convertido en una madre todoterreno con el transcurso de los años y tres niños a las espaldas. Pero, sobre todo, fue porque yo había madurado como persona. Tenía otra perspectiva sobre la vida, y eso me hizo ver la maternidad de otra manera. Me hizo ver que no solo hay que educar, sino también disfrutar de ellos e integrarlos en tu vida. Así que Adrián fue una gozada. Recuerdo cuando íbamos a la playa con los cuatro; aquello era peor que el desembarco de Normandía. River nadaba estupendamente y cuidaba (a veces casi ahogaba) a Marcos. Marcos se creía el rey del mundo y del océano y había que tener ochenta ojos con él. Hugo jugaba en la arena, a ratos, mientras miraba a sus hermanos correr de un lado a otro y le salían carcajadas de la boca, y a otros ratos jugaba con ellos; por supuesto, tenía que ser como él quisiera. Él ponía las normas. Con tres años. Y los dos mayores lo obedecían. Adrián se pasaba la mayor parte del tiempo dormido, pasando de todo.
Y meses después por fin llegó la princesa de la casa. Tengo que decir que no fuimos a por ella, fue producto de un descuido, pero qué gran descuido. El mejor de mi vida. Priscila le dio a nuestra vida la chispa que le faltaba. Una chispa que no sabíamos que nos faltaba hasta que llegó ella. O el color que nos faltaba, como diría Adri. Los tres mayores se volcaron desde el primer momento. La adoraron. Adrián y ella se criaron prácticamente juntos. Fue la niña de todos. La playa se nos iba de las manos cada día. Pero sobrevivimos entre lazos y pompones.
Ahora ya se han marchado todos de casa.
Una casa que se ha quedado en silencio.
Pero es lo que toca.
Ellos tienen que hacer su vida, igual que yo hice la mía.
Ahora les toca disfrutar de sus hijos. Y a mí también, desde mi posición de abuela.
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ResponderEliminarEscuchar la voz de su madre, ahora, te hace creer que su vida sigue. Y eso es muy especial.
ResponderEliminarGracias Susanna
Ohh me encanta echaba yo menos a la madre la gran protagonista. Me hubiera encantado una pincelada de marcos haciendole preguntas su madre de lo que piensa de sus hijos y de la gran familia que han formado en forma de relato. Seria posible?
ResponderEliminarJooo, qué gran relato.
ResponderEliminarSíguenos regalando estas perlas por favor Susanna,
queremos seguir sabiendo de los Cabana y todo su grupo.
Pues chica tengo las lágrimas saltadas. Es una gozada leerte.
ResponderEliminarQue bello recuerdos de María.. creo que los papás cabana nesesitan contar su historia.. Yo Nesesito su historia..
ResponderEliminarQue bonito!!!! 😍 😍 😍 Las madres disfrutamos de nuestros hijos pero hay que dejarlos marchar, el mio se va a ir pronto..No dejes de contarnos historias Cabanas.. Lo necesito!!!!
ResponderEliminarYo necesito cosas de estas todos los días😍
ResponderEliminarQue relato más bonito y que padres más valientes!!
ResponderEliminarTremenda! Qué nostalgia Cabana nos creas! Un relato precioso Susanna!
ResponderEliminarQue gozada saber más cosas de los Cabana. Después de escuchar los libros leer esto es... Muy especial. Gracias por este regalo.
ResponderEliminarMe encanta, ojalá tuvieras tiempo para más antes de CAR, para ayudar al mono jajjaja
ResponderEliminarMe ha encantado. Precioso, porfavor necesito saber más de esta maravillosa familia ����. Muchas gracias ����
ResponderEliminarOhhhhh 🥰🥰🥰 Me encanta!!! Esas súper madres todoterreno... Cómo me gusta la madre de los Cabaners!!! Estos relatos dan la vida, me encanta!!
ResponderEliminar❤️❤️❤️
ResponderEliminarQue bien es leer a los cabana de vez en cuando y saber más cosas de ellos. Mis cabana, porque desde que los leí no puedo dejar de decirlo.
ResponderEliminarGracias. Siempre es un placer saber de ellos��
ResponderEliminarLa delicadeza y la verdad que hay en tus palabras, Susanna, se le siente tan cercana y tan real...gracias por este cachito más de la vida Cabana. #yosoysusanner
ResponderEliminarMe ha encantado volver a leer sobre ellos, no sabía cuánto los he extrañado...
ResponderEliminarVolveré a leer los libros.
Gracias Su 🥰
Que bonito volver a saber de los Cabana. Vaya madre todo terreno. Qué gracia me ha hecho que Hugo desde pequeño ya era un mandón 😁
ResponderEliminarMuchas gracias Susana, me ha encantado
Qué relato más bonito. Me ha emocionado y me ha encantado saber un poquito más de esa familia tan entrañable. Gracias!!
ResponderEliminarMi nueva escritora favorita!! Sara, Adam, Los Cabana, Dylan los amo a todos (a unos mas que a otros), pero todo hay que decirlo, la historia de Adrian no me gusto, lo lamento, pero por muy unidos que estuvieran en la infancia y adolescencia Álex no era para mi su pareja, es la unica de las protagonistas que no me cayo mal desde el principio, basicamente desde que aterrizo en el pueblo.
ResponderEliminarA mi tampoco. Sencillamente no la soporto, y aunque al final se a puede perdonar, hubiera preferido que Adrián a mandara a freír espárragos.
EliminarJe je error de mecanografia: Álex no me cayo bien, me cayo mal desde que se bajo del avion especificamente.
ResponderEliminarMe encanta la serie Cabana, sobre todo el segundo libro sobre Hugo y Dylan. Son de mis libros favoritos, de los que vuelvo a releer. Felicidades.
ResponderEliminarWow me encantan los Cabana. Esto me ha alegrado el día. Como los adoro. Me parece que has hecho un trabajo increíble con cada uno de ellos. Menos mal que descubrí tus libros.
ResponderEliminarQue estupenda forma de describirlo, bravo!! mamá Cabana!
ResponderEliminarLo de la playa me ha recordado a mi. Tengo tres hijos, dos chicas y un chico, y cuando eran pequeños, cuando íbamos a la playa, nada más tocar la arena el pequeño salía corriendo hacia el agua, una niña hacia la derecha y la otra hacia la izquierda. Los tres corriendo, siempre lo mismo, y dos padres para repartirse entre tres... ¡Tremendo!
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