Si esto fuera la película de Regreso al Futuro (una de mis favoritas, por cierto), marcaría en el Superdelorean (en realidad, solo Delorean, el súper lo he incluido yo) una fecha del pasado, digamos año 2005, por ejemplo, y buscaría a mi yo de esa época, tan inocente y sin saber nada de lo que quería ser de mayor (y eso que ya era mayor) para darme un mensaje. Sería algo así: «Haz lo que llevas deseando hacer desde que tienes recuerdos. Escribe. No tengas miedo a las letras. No tengas miedo a dar una parte de ti».
¿Y por qué me diría eso? Porque leo libros desde que tengo uso de razón, desde que me pasaba horas y horas encerrada en mi habitación con mi primera versión de La Historia Interminable, era una versión en la que el color de las letras se alternaba en cada capítulo, y ninguno era negro.
He crecido con tantísimas novelas increíbles que fue inevitable que mi pequeño (o inmenso) mundo interior se llenara de historias de piratas, mundos fantásticos, hadas, vampiros, superhéroes… Aunque con esto aún no me he atrevido, pero tiempo al tiempo, porque es mi pasión. Bueno, y con lo otro, con la literatura romántica no fantástica, no me atreví hasta hace muy poco. Y tampoco se puede decir que fue un atrevimiento: fue una explosión. Sara, Oliver y Adam explotaron en mi cabeza y tuve que dejarlos salir; no me quedó otra alternativa.
Y entonces nació mi primera novela: Los saltos de Sara. El caso fue que explotó tanto que tuve que dividir la historia en cuatro libros. Pero esa… es otra historia (Os suena esta frase, ¿verdad? Sí, es de La Historia Interminable).
Luego vino la decisión de publicar… que fue la que más costó. Porque asusta. Claro que asusta. Pero ¿sabéis qué? Ha sido una experiencia alucinante. Por eso lo de la máquina del tiempo. Para volver al pasado y no permitirme a mí misma dejar aprisionadas todas estas historias dentro de mi cabeza durante tantos años. Habría empezado a disfrutar antes.
Si alguien por ahí parecido a mí está leyendo esto, úsame de máquina del tiempo: ¡escribe! Te vas a enganchar. Es una pasada.
También tengo una familia con dos peques que lo son todo. Uno de ellos viene pisando fuerte: tiene más mundo interior que yo. Cuidadito con él. La otra, todavía le queda camino por andar, de momento, me saca sonrisas cada día. Y un compañero que es tan diferente y tan parecido a la vez a mí, que encontramos el equilibro. Como en la fuerza. Los dos somos superfans de Star Wars. A tope.
Y toco el piano siempre que puedo. Intento hacerlo cada día. Porque me apasiona.
Esta soy yo.